martes, 16 de abril de 2013

LA INVERSIÓN DE OLLANTA


Fortaleza presidencial y debilidad institucional.
Más allá de constatar la alta aprobación al presidente Ollanta Humala, será interesante conocer cómo piensa él invertir ese capital político acumulado en lo que va de su gobierno.
Para Datum, la aprobación presidencial creció nueve puntos en el último mes, de 51 a 60%, y la desaprobación tuvo una caída igualmente significativa de ocho puntos, de 42% en marzo a 34% en abril. Para CPI, la aprobación está en 53.8% en una trayectoria alcista de varios meses.
Al margen de que cada balanza tiene su propia tara, todas las encuestas constatan un crecimiento de la aprobación presidencial que ahora es muy superior al de los predecesores de Humala –Alan García y Alejandro Toledo– y que, además, podría seguir subiendo en el futuro.
Esta alza puede ser el resultado de varios factores. En el muy corto plazo, el del último mes, la aprobación presidencial parece haberse beneficiado del encontrón con Alan García, pero hay temas que son, ciertamente, más de fondo.
Por un lado, están las políticas públicas que están siendo capaces de mantener un crecimiento relevante de la economía con una sólida demanda interna, en armonía con la puesta en marcha de programas sociales que están llegando a los más pobres, lo cual conforma un combo que está satisfaciendo a los más ricos y a los más pobres.
Por el otro lado, un factor relevante en la aprobación a Humala es la empatía personal que él proyecta ante la gente gracias a una imagen que, sin grandilocuencia –algo de lo que muchos desconfían–, es la de alguien austero, honesto, chambero y preocupado por los pobres.
Es evidente, además, que la participación de la primera dama Nadine Heredia es crucial en este combo llamado ‘la pareja presidencial’.
Todo esto sirve como teflón para que deficiencias clamorosas como la que hay en la seguridad ciudadana, no se le pegue al presidente Humala.
En un país de instituciones frágiles, como lamentablemente aún es el Perú, una alta aprobación presidencial es fundamental para la marcha y estabilidad de un gobierno.
Por esa fragilidad institucional, la fortaleza presidencial puede usarse de manera positiva para el impulso de reformas de fondo –educación, salud, etc.– que mejoren de forma estructural la calidad de vida de la población, algo en lo que este gobierno aún no está muy entusiasta.
Pero esa fortaleza presidencial, en medio de una debilidad institucional, también puede servir para aprovecharse de esta con el fin de impulsar planes negativos como, por ejemplo, la reelección conyugal en lo político, o, en el plano económico, revivir políticas estatistas.
Ojalá el presidente Humala sepa invertir bien su capital político.
Augusto Álvarez Rodrich

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