El Perú no es para los peruanos |
Escribe César Hildebrandt
Último minuto:
Como la derecha peruana estaba
convencida de haber comprado a Ollanta Humala, ahora le salta a la yugular por
algunas muestras de autonomía.
Por ejemplo, está el asunto de
Venezuela.
La derecha peruana, que no protestó
por el caso de Lugo, en Paraguay, o el de Zelaya, en Honduras, está
preocupadísima por el estado de la democracia venezolana.
El problema es que Henrique
Capriles es gobernador reelecto del estado de Miranda gracias a una elección
controlada por la misma Comisión Nacional Electoral hoy acusada de
impresentable.
Y el problema es que ningún observador
internacional, incluyendo en la lista al Centro Cárter, ha formulado tacha
alguna en contra del proceso que llevó a Nicolás Maduro, con las justas, a la
presidencia.
La derecha peruana es chusca,
golpista y sucia y creía que UNASUR debía impedir el mandato de Maduro.
Pero UNASUR no podía darles
ese gusto porque no está entre sus funciones vetar una elección que no ha sido
cuestionada por los observadores internacionales. Lo que ha hecho UNASUR es
recomendar a Maduro que se efectúe el recuento de votos prometido y que se
abran las puertas del diálogo en esa Venezuela con presentimientos de guerra
civil.
Hay que ser muy bruto para no entender eso.
Y hay que ser muy cínico para
que la prensa peruana, escrita y televisada, que avaló la dictadura putrefacta
de Fujimori y su concentración de poder sostenga que hoy en Venezuela hay un
monopolio de los medios y una práctica dictadura castrista. Curioso castrismo
este que casi a punto estuvo de tolerar el triunfo del ferozmente opositor
Henrique Capriles y que hoy asiste a un proceso inexorable de decadencia del
PSUV y de fraccionamiento de sus filas.
La derecha no tiene patria ni doctrinas ni principios. Sólo la excita
el dinero, sólo la entusiasma la codicia, sólo le teme a la libertad
Para la derecha peruana el problema
no es la democracia. Es quién corta el jamón. Si mañana fuera necesario dar un
golpe de Estado sanguinario para reprimir a los opositores a la gran minería y
a los que se niegan a obedecer el pensamiento único que todos los días
expectoran los locutores de RPP, la derecha aplaudiría con el mismo fervor con
que aplaudieron a Sánchez Cerro (creación heroica) y a Velasco (cuando creyeron
que podían manejarlo).
La derecha no tiene patria ni doctrinas ni principios.
Sólo la excita el dinero, sólo
la entusiasma la codicia, sólo le teme a la libertad. Por eso quiere que todo
sea inmóvil, fósil, eterno. Es una derecha eclesiástica que aspira a la inmortalidad
de sus privilegios.
Y entre ellos está el de
decretar qué cosa es buena o qué cosa es mala.
Es como el evangelio según San
Luis (el agua embotellada). Como el papel de los hechiceros en las tribus
primordiales.
Nada que se salga de su monótono
libreto es válido.
¿Maduro presidente aun después
de muerto Chávez?
Inaceptable.
¿Argentina en manos de una
mujer insumisa que se enfrentó con éxito al FMI y que pelea con una prensa
mañosa plagada de intereses?
Impresentable.
¿Bolivia reclamando lo que le
fue arrebatado en una guerra procaz?
Deleznable.
¿Petroperú queriendo comprar
51% de las acciones de Repsol?
Imperdonable.
¿Húmala hablando de un Estado
medianamente presente? ¡Velasquismo trasnochado! ¿Y cuando el Estado de Obama
imprime trillones de billetes para salvar a la banca grande que estafó a los
chicos?
Ejemplar.
¿Y cuando Europa ajusta a los
ciudadanos después de salvar a los bancos desregulados?
Maravilloso.
¿Y cuando la empresa estatal
EntelChile compra a Nextel en el Perú?
¡Gran noticia!
¿Y cuando la estatal noruega
Cermaq compra a la privada peruana Copeinca?
¡Globalización!
Qué divina es la derecha peruana.
Está convencida de que los peruanos somos débiles mentales que se aborregarán
ante sus gritos, amenazas, editoriales y columnas escritas por quienes antes
firmaban contratos con las Cepris de Fujimori.
Y, en el caso de Repsol, sólo
chillan ideológicamente porque Petroperú tiene la intención -ya confirmada- de
comprar el 51% de sus acciones pero omiten señalar que buena parte del paquete
accionario de esa empresa española ya está en manos de las AFP que operan en el
Perú.
Omiten decir también que La
Pampilla le costó a Repsol unos 185 millones de dólares (parte de los cuales
fue pagado ignominiosamente con bonos soberanos peruanos comprados al 17% de su
valor nominal) y que requiere de unos 800 millones de dólares para ser
desulfurizada.
¿Alguna privada está dispuesta
a invertir ese dinero?
Que lo digan Dionisio Romero
júnior y sus socios chilenos, dueños ya de Primax y que, con la compra de la
cadena de Repsol, serían los amos del mercado. ¿O no es eso lo que está en
juego?
Repsol fue expropiada en
Argentina por no hacer nuevas inversiones y por haber estado bombeando
utilidades extremas a su casa matriz madrileña.
Aquí, el último año, vendió
combustible por un valor de 4.600 millones de dólares y apenas ha tenido unos
30 millones de utilidad. ¿O es que en el Perú ha repetido la faena bombeadora
de Buenos Aires?
Petroperú debe tener cuidado
con sus próximos pasos no por la prédica de la derecha sino porque Repsol no es
ninguna pera en dulce.
Pero, claro, este tipo de
información no le interesa a la gran prensa peruana (y a su hija retardada, la
televisión). Lo único que importa es que nadie se salga del libreto. Ni con
Repsol ni con Venezuela ni con ningún otro tema.
Que Húmala se entere de una
vez: con la derecha peruana no hay tratos equitativos. Ella sólo reconoce
iguales (entre los suyos) o subordinados. Y usted, señor presidente, era hasta
hace unas horas un obediente subordinado.
Ya no lo es tanto.
Y esa es una gran noticia. No
se retracte. No se chupe. No se asuste. La derecha es, al fin y al cabo, un
tigre de papel periódico.
Que usted recupere algo de su
identidad es sólo una mala noticia para quienes lo han visto como el mayordomo
(siempre culpable) de una novela mala de Agatha Christie.
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