“Si existe una
lección de estos años es que si el pueblo se excluye de los problemas de la
política y del Estado, los bandidos pueden siempre volverse a hacerse dueños
del poder”
Raúl Wiener
Bandido Fujimori
Doce años hacen
desde que cerré mi libro de 540 páginas sobre la historia de una década de
régimen fujimorista con estas palabras, y me doy cuenta de que los peruanos
nuevamente, en su aplastante mayoría, seguimos excluidos de los problemas de la
política, llevados como rebaños a los eventos electorales, en los que disputan élites ajenas al sentimiento del pueblo, de las que se espera usualmente que se
acuerden de vez en cuando de los pobres para mejorar en algo su modo de vida
marcado por carencias y precariedades, y a las que cada tanto les cuentan el
cuento del candidato de abajo, que es igual a ellos, pero que una vez en el
poder se somete a los poderosos y se incorpora a la élite dominante.
La “inclusión” de
Ollanta Humala le corre como al diablo a la politización. Su idea del poder es
la del secretismo, tecnocratismo y del asistencialismo acrecentado con los
recursos que debe dejar el incremento de las inversiones extractivas.
Ese
modelo no guarda diferencias con el de Fujimori o el de Toledo o García, que no
sean en el autoritarismo y la extrema corrupción. Pero esa es exactamente la
línea que se le quiere hacer cruzar al nacionalista, que diga sí al indulto
imponiéndose a cualquier razonabilidad médica y a todo reparo moral, para
confirmar su asimilación a la elite política tradicional. Tantos ascos a los
políticos que lo han corrompido todo, para terminar titubeando en otorgar un
soberano No a la pretensión de poner en libertad al séptimo presidente más
corrupto del mundo y el primero de América latina, según informe de
Transparencia.
Lo que Ollanta
nunca entendió es que política es movilización (véase Venezuela) y organización
social, a todo lo cual renunció para encerrarse en un consejo de ministros de
gente que lo que más teme es que les pidan su renuncia y que es casi incapaz de
un pensamiento propio. Tal vez en este tema del indulto esté, sin embargo,
labrándose la primera gran crisis política del gobierno de Humala después del
asunto de Conga y de la ruptura con la izquierda. Algunos ministros ya han
explicitado una posición por lo menos en este punto, lo que hace anticipar que
lo que se resuelva en el nivel presidencial puede acarrear cambios en el más
alto nivel. Ollanta, por ahora, mantiene en silencio su determinación, como si
pudiera ser cualquiera. Debe estar midiendo que las opciones tienen en todos
los casos costos políticos y eso es lo que ha estado tratando de no encarar
desde que comenzó su gobierno.
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