Los de arriba y los de abajo. Dos ciudadanos bolivianos utilizan las escaleras que dan a sus viviendas en los cerros vecinos a La Paz, símbolo del poder indígenas de Evo Morales.
Los de arriba y los de abajo |
El ex dirigente cocalero de 54 años busca hoy domingo
convertirse en el primer boliviano que gobierna tres mandatos consecutivos,
impulsado por un "socialismo originario" que generó crecimiento
económico y abatió la pobreza.
Enrique A. Pretel.
Reuters
"Jefazo" del mundo indígena, adalid de los
campesinos, líder del sindicalismo urbano y referente de la izquierda
intelectual.
Con su habilidad para tejer alianzas, Evo Morales se
convirtió en el presidente más popular de Bolivia y del hemisferio. Su propia
imagen y discurso son un cóctel de conceptos e identidades en el que reside el
secreto de su carisma.
Masca coca ancestral y juega al fútbol europeo, viste
ropas occidentales con toques tribales, lo mismo cita al rebelde indígena Túpac
Katari que al líder cubano Fidel Castro.
"Evo Morales es la quintaesencia del mestizaje
boliviano", lo definió hace poco el ex presidente boliviano Carlos Mesa.
Sus defensores lo ensalzan como un presidente humilde y
trabajador, que viaja incansable por todos los rincones de la nación
sudamericana para inaugurar obras, reunirse con movimientos sociales y escuchar
a su pueblo.
Pero sus enemigos ven a un caudillo despótico y sectario
que amenaza la democracia, y se avergüenzan de sus salidas de tono, como cuando
aseguró que las hormonas femeninas de los pollos podían "desviar" a
los hombres.
Las últimas encuestas le dan una intención de voto del
60%, luego de que su popularidad se recuperara del caótico manejo de unas
recientes inundaciones, las violentas protestas mineras, una insólita huelga
militar y algunos escándalos de corrupción que salpicaron a su entorno más
cercano.
"Antes decían que los indígenas solo servíamos para
votar, pero no para gobernar. Casi nueve años y les hemos enseñado cómo se
gobierna", dijo el mandatario en su multitudinario cierre de campaña el
miércoles en El Alto.
DEL CAMPO DE FÚTBOL AL CAMPO DE COCA
Hijo de campesinos de la empobrecida comunidad aimara de
Isallavi, en Orinoca, el joven Evo pasó su infancia pastoreando llamas y
fantaseando con debutar en la primera división del fútbol boliviano mientras
repelaba las cáscaras de fruta que le arrojaban los viajeros que cruzaban la
cordillera andina.
Con 13 años, mostró su potencial de liderazgo al fundar
el Fraternidad, un equipo del que era entrenador, capitán y árbitro. En su
adolescencia se mudó a la ciudad, donde fue ladrillero, panadero y trompetista
para pagarse el bachillerato que nunca terminó. También probó, sin suerte, en
el fútbol profesional.
"No tuve entrenador y, especialmente, (mi problema
fue) la alimentación", se excusó Morales, comilón confeso y adicto a la
sopa.
Puede que el fútbol no le diera la fama en los campos del
altiplano, pero le abrió las puertas del sindicalismo en los campos de coca del
trópico, donde se mudó en la década de 1980 con su familia, arruinados por las
heladas.
En esa época presenció impotente cómo unos militares
borrachos quemaron a un campesino y decidió involucrarse en la vida sindical,
pasando en pocos años de secretario deportivo a liderar las poderosas
federaciones cocaleras de El Chapare.
GANAR NO ES GOBERNAR
Al grito de "kausachun cocha, huanuchun yanqui"
(viva la coca, muera el yanqui), Morales se convirtió en símbolo de resistencia
contra las políticas de "Coca Cero" impuestas por La Paz con el
beneplácito de Washington y forjó sus credenciales "antiimperialistas"
con cientos de marchas campesinas, bloqueos de carreteras y enfrentamientos con
la policía.
Su agitada vida lo mantuvo soltero, aunque tuvo dos hijos
de dos mujeres distintas.
"Alguna vez me dije: tanta gente me quiere, pero no
me quiere una mujer. Yo les proponía matrimonio y me decían: 'No, te van a
matar'", confesaba en un libro el dirigente, acusado de machista y
mujeriego.
Morales cambió las piedras por los votos y finalmente
conquistó la presidencia en 2005 al frente del Movimiento Al Socialismo (MAS),
una poderosa alianza de políticos de izquierda, movimientos sociales e
indígenas, empresarios y sindicalistas de la que es entrenador, capitán y
árbitro.
Evo volvió a demostrar que "es más fácil convencer
en las urnas que gobernar en palacio".
Batallas ganadas y perdidas en su "revolución
democrática"
En sus casi 10 años de "revolución
democrática", Evo ha ganado muchas batallas políticas, como la
nacionalización de empresas estratégicas, la aprobación de una nueva
Constitución e incluso un conato de separatismo en el oriente del país.
También ha perdido otras, como su polémico proyecto de
carretera a través de la selva boliviana, la reducción de los subsidios a la
gasolina y sus promesas de modernizar la burocracia, la salud y la justicia.
El mandatario, a quien las encuestas muestran como
favorito a ganar las elecciones, compite por la silla presidencial contra el
empresario Samuel Doria Medina, el ex presidente Jorge Quiroga (2001-2002), el
ex alcalde de LPaz Juan del Granado y el líder indígena Fernando Vargas.
En segundo lugar de las encuestas está el magnate
cementero Samuel Doria Medina, quien postula por tercera vez en la última
década.
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