Estuve el viernes en un evento
sobre el tema de la corrupción en el Colegio de Periodistas, al lado del
congresista Sergio Tejada, el exprocurador Julio Arbizu y la abogada Lilia
Ramírez de IDL y algunas cosas que me sorprendieron fueron:
(a) la enorme
hinchada que tiene el expresidente de la Megacomisión, como símbolo de la lucha
anticorrupción, que debe ser proporcional al odio que ha cultivado en otros
sectores que se han sentido afectados por sus investigaciones;
(b) la idea más
o menos generalizada de que la corrupción ha recrudecido con toda su fuerza a
14 años de finalizado el régimen más corrupto de nuestra historia;
(c) la
presencia muy activa de una delegación del Callao que reclamaba a voz en cuello
que el gobierno regional era el modelo de corrupción que había sido copiado en
otros lugares, pero que no le pasaba nada.
Podría decir que esa noche se
me hizo bastante claro que el tema de enfrentar un Estado que ha llegado a un
alto grado de degeneración como el peruano, requiere de una reforma integral
del sistema político, que va desde el cambio de reglas (una nueva Constitución
que refleje al país real y total, y no sólo el empresarial y de la élite
políticas a su servicio), hasta una renovación profunda del personal que ejerce
la función pública especialmente en áreas críticas como el Poder Judicial, el
Ministerio Público, la Policía y la tecnocracia económica.
Al lado de ello ingresa la
exigencia de construir un nuevo sistema de control, porque el actual es
inoperante y casi tan corrupto como lo que pretende controlar. Una contraloría
dispuesta a hacer de la “anticorrupción” un instrumento político, y de
corromperse ella misma para mantener su poder, es una de las cosas más
peligrosas que puede existir. Y, una cosa que tiene que estar clara: que una
lucha como esta necesita de liderazgos firmes y constantes. No de fanfarrones
como Urresti, sino de personas serias y autocontroladas como Tejada y Arbizu,
que lamentablemente son pocas y que se mueven casi solas.
Un tema adicional es
el de los medios.
Efectivamente el enorme poder de prensa puede construir
falsos positivos (corruptos inventados) y tapar a reales culpables.
¿Cómo se
puede contrarrestar esto?
Es algo que todavía no tiene respuesta.
Finalmente, a la vez que hay
que darle la razón a los chalacos que nos hacen recordar que la asociación de
autoridades intermedias con el lumpen nació en nuestro primer puerto y que la
idea de un gobierno regional a lo Fujimori, viene del período de Kouri,
continuado por sus herederos, ahora investigados por distintos hechos
criminales, pero nunca sancionados; no hay que dejarse arrastrar por el
cargamontón actual de la prensa que parece estarnos diciendo que sin regiones
relativamente autónomas no tendríamos corruptos. Hay allí una trampa que trata
de cegarnos y su objetivo no es librarnos de desfalcadores del Estado sino recentralizar
las decisiones políticas y la economía, y quién sabe recuperar la manija de la
corrupción fuera de Lima.
www.rwiener.blogspot.com
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