LA ULTIMA CARTA |
El nombramiento de la
nacionalista Ana Jara como la sexta premier del gobierno de Ollanta Humala, y
la posible elección de la congresista Ana María Solórzano para presidir el
Congreso hasta el 2015, marcarán la pauta de la política de gobierno en los dos
últimos años que le quedan por delante. Estamos hablando de dos congresistas
cuyo único pergamino es fungir de “escuderas” de la dupla de gobierno
Humala-Nadine. Nos espera, sin dudas, un gobierno del “telefonazo”, donde las
directivas del gobierno se darán por caprichos e imposiciones, lo que abre un
preocupante escenario para la corrupción.
La candidatura al Congreso de
Ana María Solórzano nació sin argumento sólido alguno. Durante la campaña
presidencial pasada, no se sabe cómo ocupó el primer lugar de la lista al
Congreso por Arequipa. Sin mayor logro político y profesional, Solórzano obtuvo
una curul en el Congreso. Esta vez su principal “credencial” sería ser la
“escudera” de Nadine Heredia, cuyos encargos cual fiel mensajera llevaría a la
diversas reparticiones del Parlamento. Esta candidatura surge porque se le
habría “bajado el dedo” a la candidatura de la vicepresidenta Marisol Espinoza,
quien fuera respaldada nada menos que por 22 de los 43 congresistas
nacionalistas. Son conocidas las críticas de Espinoza al programa económico del
gobierno y en particular al ministro de Economía, Miguel Castilla, lo cual
sería la verdadera razón para no ser respaldada. La actual ministra de trabajo Ana Jara es otra congresista que funge de “escudera”. También surgió de la nada, haciéndose simpática al poder de turno. Recordemos que, en más de una ocasión, Jara se atrevió a perfilar la candidatura presidencial de Nadine Heredia, afirmando así su lealtad. Es de conocimiento público, además, su constante enfrentamiento con la vicepresidenta Marisol Espinoza, a quien, recordemos, se atrevió a recomendarle “dar un paso al costado” sino estaba de acuerdo con la manera como el presidente Humala conducía el gobierno. Jara se hizo conocida al ser nombrada Ministra de la Mujer, y fue tomando protagonismo por su exposición mediática en esta cartera a pesar de que no hizo reformas importantes en el sector. Asimismo, su corta labor frente al Ministerio de Trabajo tampoco será recordada, por su carencia absoluta de logros.
Si la salida del ex primer ministro, César Villanueva, fue la mayor burla a la institucionalidad del Estado que se haya visto en los últimos tiempos, pues significó la anulación del cargo político que implica el premierato en las decisiones del gobierno, la designación de Ana Jara es la consolidación de un gobierno personalista y autoritario. A lo cual habría que agregarle lo “manejable” que se convertiría el cargo de la presidencia del Congreso si cae en manos de Ana María Solórzano.
Estamos ante un escenario donde los intereses personales pueden originar un serio desgobierno, si a la falta de legitimidad del gobierno de Ollanta Humala se le suma un Congreso sin liderazgo político para ejercer el rol que le corresponde como el principal poder del Estado. ¿Qué futuro nos espera con un gobierno y un Congreso, cada vez más impopulares, dirigidos a través del “telefonazo”?
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