CUESTIONADOS TITULOS |
Así como al histórico Al
Capone del Chicago de los años 20, nunca se le pudo probar sus crímenes más
terribles, porque sabía cómo ocultar las huellas, y sus perseguidores tuvieron
que atacarlo por el lado de la doble contabilidad y la evasión de impuestos, a
nuestro Alan García están agarrándolo en estos días en la que podría parecer la
más inocente de sus fechorías: tratar de pasar como un académico de altas
graduaciones, cuando todos lo conocían como un activista político a tiempo
completo, que jamás ejerció seriamente ninguna profesión u oficio y mucho menos
tuvo algún atisbo de carrera docente.
Después de varios días de un
pesado silencio y de varios titulares que ya lo habían rebautizado como “el
doctor bamba”, García soltó el martes, en medio de la barahúnda del brusco
cambio del presidente del Consejo de Ministros, un tweet en el que decía:
“Tonterías. Soy abogado titulado (1972), magister (2004) y seguí cursos de
doctorado (72-77). No presumo de títulos ajenos y cumplo la ley”. Con esto
supuestamente se acababa el debate. Y, claro, quedaba el detalle de que el dos
veces expresidente estaba ejerciendo una función de director de post-grado en
la Escuela de Gobierno de la Universidad San Martín de Porres, sin tener las
calificaciones para ello.
Detalle no nimio, si se está
discutiendo el cumplimiento de la ley, y si es que en supuesto mérito a esa
posición el señor García recibe más de 800 mil soles anuales de esa casa de
estudios, le pagan el alquiler de una mansión en el Mirador de Las Casuarinas y
le facilitan un carro BMW del año para su uso personal, que son las
explicaciones que García brinda para sus ostensibles alardes de riqueza. La
Universidad, dirigida desde 1996 por su amigo Juan Antonio Chang Escobedo, ha
sido, como todos saben, la perfecta justificación de sus desbalances, pero para
poder cumplir ese papel el grandazo tenía que estar dentro y justificar
“legalmente” el enorme costo que le representa.
Precisamente, ahora nos
enteramos que en el 2004, cuando el APRA de García estaba en plena campaña para
tumbar al gobierno de Toledo y se preparaba para las elecciones del 2006, el
personaje de esta historia estaba concluyendo una maestría de la que nadie tenía
noticia, que no figura en su hoja de vida del 2006 y que tampoco estaba como
referencia para los eventuales alumnos de la Escuela de Gobierno. Algo así como
una maestría de emergencia para una situación incómoda para el expresidente. ¿Y
de dónde creen que sacó este título inesperado el hombre que no presume de
títulos ajenos (y tampoco se refugia en amparos, según decía respecto a la
Megacomisión)? Pues, bien fácil. De la Universidad San Martín de Porres, de
donde más iba a ser.
Así la misma Universidad le
presta cobertura a sus ingresos, le financia vivienda, vehículo y otros gastos,
lo vende a los estudiantes como “doctor”, le permite usar sus locales para
hacer política, etc., y le otorga el título para justificar todo ello. Y tal
vez no sea todo, porque esta investigación sobre el García paralelo al político
puede llegar mucho más lejos. Y de veras no se trata de “tonterías”, sino de
vérselas con quién ha dado suficientes evidencias de actuar como un estafador
profesional.
EL AMIGO CHANG
Pero la meteórica historia de
ascenso académico de Alan García, paralela a
su regreso al país y sus campañas para una segunda y ahora tercera
presidencia del Perú, sería del todo incomprensible sin otro relato que es el
de la Universidad que le ha dado cobijo y el rector que la controla por 18 años
[1]. Para entender esta parte hay que recordar unas palabras de Chang Escobedo
del año 2001: de no participarse de los argumentos expuestos…, y considerarse
que hay alguna irregularidad administrativa en estos hechos, por el tiempo
transcurrido –más de diez años en todos los casos –, cualquier cuestionamiento que se pretenda
hacer respecto de ellos en la fecha, chocaría con la barrera infranqueable de
la prescripción…” (Exposición ante la Comisión Investigadora del Congreso)
Una apología insolente a la
impunidad que quería decir que todo lo que hubiera ocurrido hacia atrás quedaba
fuera de debate, como pasaría con todo lo que sucedió para adelante. Entre las
varias cosas que Chang no ha podido explicar jamás, están las siguientes:
(a)
La Universidad San Martín fue fundada por la congregación de los dominicos, y
concluyó después de un enredado proceso y muchas “reorganizaciones” en manos de
un grupo de amigos de Alan García que ahora hacen lo que quieren con ella. La
demanda de este sector de la iglesia está vigente, pero carece de atención
pública, que sí se ha dirigido hacia los reclamos de Cipriani sobre la
Universidad Católica, y ha habido poderosos intereses a nivel de diversos
gobiernos, el poder judicial y el Tribunal Constitucional para desconocer los
derechos de los religiosos. Obviamente que no para un manejo más democrático y
mayor calidad académica.
(b) José Antonio Chang hizo una carrera
docente en la San Martín a partir de 1983, sin dictar ninguna clase, dirigir
investigaciones o cualquier otro mérito académico y llegó a hacerse rector a
los 37 años sin haberse probado como maestro. Este debe ser un récord en el
mundo. Además, mostrando que habían quiénes lo querían en el poder, el susodicho
quemó todas las etapas y saltó todos los requisitos para entrar a jefe de
práctica cuando no se había graduado; pasar a profesor asociado cuando le
faltaba tiempo para cumplir cuatro años en este nivel; lograr hacerse profesor
principal sin maestría y doctorado.
(c)
Sobre Chang pesa además la presunción de haber presentado un título
falso de maestría otorgado por la
University of Hartford otorgado en junio de 1996, con el que postuló al cargo
de rector. Estos estudios se habrían realizado en base a la Resolución Rectoral
N° 498-93-R-USMP del 03 de julio de 1993 que da cuenta de la concesión de una
licencia “…para seguir el curso de
CreativeProblem Solving The intersection Of Art. Science And Technology del 19
al 31 del presente mes, en la Universidad de Hartford Connecticut USA”, que se
extenderá del 11 de julio hasta el 12 de agosto. La licencia y los movimientos de entrada y
salida de Chang desde el Perú a los Estados Unidos, no calzan en absoluto ni con
el concepto de una maestría (se habla de un curso de capacitación) ni con el
plazo mínimo de este tipo de estudios que es de dos años (cuatro semestres).
Chang nunca inscribió en el Perú el título que usó de plataforma para tomar el
rectorado.
La San Martín es, por si
alguien lo olvida, la universidad privada con mayor número de matriculados (se
aproximan a los 40 mil), tiene una ciudad universitaria en Santa Anita que en
una época era resguardad como un cuartel, y numerosos locales en diversas partes
de la ciudad. El patrimonio actual debe alcanzar cifras impresionantes. En las
investigaciones sobre corrupción de comienzos de la década de los 2000, se
establece que la San Martín compró terrenos e inmuebles sobrevaluados y que usó para sus operaciones financieras e
inmobiliarias a la red de Montesinos, articuladas a través del Banco de
Comercio, diversas constructoras y otras empresas, en lo que podía haber sido
un intenso lavado de dinero de la corrupción. El capo montesinista Víctor Venero Garrido, definió a Chang como un amigo
con el que ha hecho buenos negocios.
Se puede ir aún más lejos en
temas diversos: fraude en los exámenes de ingreso, ventas de notas, desfalcos
en diversas cuentas, corrupción de magistrados y hasta muertes nunca esclarecidas,
entre ellas las del secretario de economía de la Universidad. Lo cierto es que
la gestión Chang no ha hecho de la San Martín una potencia académica, pero si
el centro de una gran cantidad de controversias políticas y judiciales. Y ahí
ha estado bien sentado el Don de la política peruana, hasta que la farsa del
doctor de la Sorbona y la Complutense se vino abajo.
Publicado por Hildebrandt en sus Trece
No hay comentarios:
Publicar un comentario