¡DESARMANDO A LA CIUDADANÍA!
Si los miedos de comunicación
lo hicieran a propósito, no podrían efectuarlo mejor. Doy por descontado que no
hay, tras los ríos de sangre, plan o confabulación con el avieso propósito de
desarmar a la ciudadanía o estupidizarla del todo.
Cada crimen que se narra, se
muestra o se escribe con delectación escabrosa, acostumbra a los peruanos
oyentes, televidentes o lectores, a convivir con sucesos "normales"
que dan cuenta de cómo se ofende y ultima la vida del prójimo en calles, plazas
y en todo sitio a lo largo y ancho del país.
La fina dicción de los
locutores alcanza cumbres morbosas cuando profundizan en los detalles de cada
violación, acuchillamiento o asesinato por encargo. Lejos de mostrar prudente
sentido crítico, los hombres de prensa caminan por alamedas que dan por
cotidiano que al vecino del frente le acribillaron con no menos de una docena
de balazos, o que a la conocida de la otra cuadra, luego de arrastrarla y
golpearla a puntapiés y trompadas, la dejaron medio muerta o completamente
inerte.
Como los valores de dignidad,
protesta, igualdad ante la ley, sindéresis en el comportamiento público y
privado, son tomados en cuenta de relansina y para cumplir, el ciudadano
empieza a adentrar toda la escatología de la sociedad, la hace suya y asiente
bobamente cuando los menores hacen trampa, agreden injustificadamente, mienten
y roban. Una sociedad que cultiva a delincuentes infantiles NO puede aspirar a
tener grandes líderes en la conducción del país, sino a los monreros y delincuentes
que cada cierto tiempo democrático, asaltan las alforjas de la cansada ubre del
Estado peruano.
La excusa manida, pretextada
hasta el hartazgo, es que donde manda capitán no manda marinero. Y los
subordinados sólo tienen que cumplir órdenes, mostrar imposturas, expedirse
como autómatas castrados y sin cerebro, porque lo contrario significaría que
pierdan sus sueldos y pitanzas. La información cede paso al atropello de la
libertad de empresa exaltadora de "verdades" -que son siempre mentiras-
que requieren ser dadas por ciertas porque de eso se trata el negocio de los
miedos de comunicación.
En los últimos 45 días, el
cúmulo de ajustes de cuentas, asaltos violentos, estupros y feminicidios van a
la par con las cuentas secretas producto de negociados innobles de que son
fautores personajes en muy altos cargos y responsabilidades. El rosario es
interminable, pero el país se distrae en fruslerías y Perú en la Alianza del
Pacífico tiene debilidades con respecto a la aeronavegación; en el acuerdo TransPacífico,
entre gallos y medianoche hay temas pendientes de grandes debates y es poco lo
que se sabe; y decenas y cientos de asuntos reales de la agenda nacional pasan
a tercer o cuarto plano porque los miedos prefieren caminar por los senderos
patibularios del asesinato callejero y todas sus secuelas.
No faltará el cretino que
exclame que en todas partes del mundo es igual. Ante ello la pregunta
obligatoria debiera ser: ¿por causa de qué tenemos que aguantar estos vómitos
diarios que NO construyen una nación y mucho menos enriquecen el civismo
ciudadano?
¿Por qué no se debate en torno
al recurso no renovable del petróleo que Perú importa en cantidades inmensas
aumentando el déficit energético del país?
¿Por causa de qué no hay
discusiones en torno al planteamiento geopolítico que plantea el gas de Camisea
y su venta con valor agregado a cualquier vecino que lo requiera y como parte
de un acuerdo fundamental para garantizar la paz y la convivencia?
¿A qué debemos que vastos
sectores juveniles promotores de emprendimientos y generación de puestos de
trabajo con las dinámicas de ideas geniales e inversión, carezcan de
planteamientos orgánicos como política de Estado para los próximos 100 años?
¿A qué cerebros pálidos
debemos que los niveles presupuestales en Salud y Educación constituyan
guarismos vergonzosos que se reflejan en la calidad de esos servicios?
Ya se enunció, por enésima
vez, la pseudo-solución que obsequiaría al ámbito privado el rubro de
prisiones. ¡Qué interesante! ¿Y de quién o de quiénes es el negocio? Entre que
aprenden de política penitenciaria y edifican cárceles modelo, puede producirse
la fuga, no de detenidos o criminales, sino de cientos de millones de dólares
que pagará, como de costumbre, el sufrido contribuyente con sus impuestos.
¿Sería mucho recordar el caso Guvarte en los años 80?
La estupidización de una
sociedad no resulta difícil si la concertación, tácita o real, de los miedos de
comunicación, martillea el cerebro envilecido de los peruanos y le introduce en
un mundo en que el reino del hampa es lo natural y no lo reprobable. No extrañe
pues que grandes monreros, ladrones de cuello y corbata, delincuentes de fina
estampa, hagan de sus trapacerías, leyes no escritas pero acostumbradas en el
país.
Los ácratas enunciaban: ¡sin
Dios, ni patria, ni ley! Los rateros exclaman: ¡sin gobierno, Perú es una
fiesta para los vivos!
Temas para pensar. Y, diría,
para combatir y pulverizar. Así es como se desarma a la ciudadanía.
Herbert Mujica Rojas
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