PALESTINA VA DESAPARECIENDO |
En el afán por saber de dónde
venimos, mi familia descubrió hace algunos años el origen judío de nuestro
bisabuelo Karl, que llegó al Perú como Charles por haber adoptado la
nacionalidad francesa. Wiener es un toponímico de Viena o Vienes, que alude a
los nacidos en la capital de Austria. Este antecedente aumentó por cierto mi
aprecio a aspectos de la cultura judía, que está expresado en muchos grandes
hombres de la historia universal. Pero en el conflicto de Palestina con Israel
no tengo ninguna duda de quién es el agresor y quién el agredido. Más aún creo
que Israel es la negación de lo mejor del judaísmo histórico. Es simplemente
una maquinaria militar arrolladora para conquistar otros pueblos, a la que
repudio con todas las fuerzas de mi espíritu y lamento que haya peruanos como
Martha Chávez que entiendan que lo que les toca es ponerse del lado de la
posición de Estados Unidos por más discutible que esta sea.
Hasta el año 1948, cuando las
Naciones Unidas, deciden que la “solución” al problema judío, que llegaba bajo
la marca de holocausto impulsado por los nazis, consistía en crear un Estado
propio en el territorio que el sionismo, que había tomado la representación
política de los hebreos repartidos por el mundo, identificaba con la “tierra
prometida” que Dios les tenía reservada, el nombre oficial de toda la zona que
hoy ocupan Israel, Gaza y Cisjordania, se llamaba Palestina y era un espacio en
el que convivían por larguísimo tiempo árabes, judíos y cristianos que la
consideraban cada uno como una tierra sagrada donde estaban algunos de sus más
importantes símbolos religiosos.
Las dos grandes guerras
plantearon a cuestión del Estado palestino independiente que los ingleses
ofrecieron en los años de la lucha contra los turcos aliados de Alemania en la
primera guerra mundial y en la que los árabes de la Palestina fueron dirigidos
a la victoria por Lawrence de Arabia. Pero Inglaterra traicionó su compromiso y
mantuvo un protectorado colonial sobre varios pueblos de la región que concluyó
recién con el término de la segunda guerra. A la Palestina le estaban debiendo
su independencia, pero lo que recibió fue un nuevo zarpazo colonial cuyas
consecuencias se prolongan hasta nuestros días.
La partición de Palestina que
separaba el nuevo Estado de Israel del antiguo Estado Palestino, ha sido el
único acto avalado por las Naciones Unidas de imposición de una dominación
desde fuera sobre un pueblo prexistente. En cualquier otra circunstancia ese
era un acto de guerra y de pillaje colonial. Pero la creación de Israel a pesar
de haber sido sangrienta, tanto en el proceso de apurar la salida de los
ingleses como en el de dirimir fuerzas con la coalición árabe que quiso impedir
que se consumara el despojo, ha sido edulcorada como si se tratara de un reconocimiento
que el mundo hacía a las víctimas de la barbarie hitleriana.
Pero, la verdad, es que aquí
había mucho de mistificación. Ni el sionismo defendió a los judíos que
sufrieron la brutalidad de los nazis en los guetos y campos de concentración,
ni la mayoría de los que marcharon en el éxodo hacia la Palestina eran
sobrevivientes del holocausto. Israel no fue ni de lejos el Estado del pueblo
castigado sin piedad por la ola fascista europea, sino una estructura
política-militar, financiada desde Estados Unidos para ocupar un territorio que
no era suyo. Esa estructura creó su base de masas en sucesivas olas migratorias
que se originó en grandes reclutamientos en los que se ofrecían tierras y
oportunidades en un espacio donde aparentemente no vivía nadie ni había
propiedad sobre las cosas.
No faltan los que dicen que
todo esto pudo ser como se indica, pero que Israel se ganó en el campo de
batalla, en varias guerras, contra enemigos mucho más numerosos y con enormes
ejércitos, a los que arrasaron en cortos enfrentamientos. En 1967, Israel
destruyó la coalición de cuatro países árabes (Egipto, Siria, Jordania e Irak)
e impuso zonas de seguridad en sus diversas fronteras y ocupó los territorios
palestinos, que habían sido asignados por la ONU. Hasta 1994, la Cisjordania
estuvo en poder israelí, haciendo caso omiso a los mandatos de la llamada
Comunidad Internacional para devolverlos. A raíz de los acuerdos de Oslo entre
Rabin y Arafat, la OLP pasa a ser reconocida como una entidad representativa de
los palestinos. En el 2005, se devuelve la llamada Franja de Gaza.
Entre 2010 y 2012 las Naciones
Unidas le han otorgado la condición de Estado observador a la Autoridad
Nacional Palestina, con la oposición de Estados Unidos e Israel. Desde la devolución
de los territorios ocupados, Israel ha mantenido una política de recorte de
espacio hacia los palestinos especialmente en la zona de Gaza, impulsando el
desarrollo de colonias judías sobre tierras palestinas, considerando
“terrorismo”, cualquiera resistencia de los expropiados. En el 2006, la
organización extremista Hamas que cuestionaba la “conciliación” de la OLP, gana
las elecciones palestinas, produciéndose un enfrentamiento que divide los
territorios en dos mandos contrapuestos: Gaza con Hamas y Cisjordania con la
Autoridad Nacional Palestina.
En el 2008, Israel desarrolla
una guerra sobre Gaza para derrotar a Hamas, produce una gran mortandad de
civiles, pero no logra su proclamado objetivo militar. En el 2014 se ha lanzado
una nueva ofensiva que asegura que ahora sí eliminará los cohetes caseros que
usan los de Hamas para crear zozobra y golpear objetivos israelíes y que
destruirá los túneles por donde los palestinos ingresan a su territorio
superando el inmenso muro con que han pretendido confinarlos.
El nuevo ataque que ya se
acerca a los 1,500 muertos, casi todos civiles, muchos de ellos niños y niñas,
está destruyendo es verdad toda la infraestructura de Gaza, incluidos
hospitales, colegios, iglesias, centros de refugio, centrales eléctricas y
plantas de agua. Pero lo que todo indica que no logrará es doblegar la
resistencia, y quizás la haga más dura y rencorosa, en un cuento de nunca
acabar. La actual ofensiva, además, veían precedida del primer acuerdo
ANP-Hamas para entrar en una negociación con Israel.
Anteriormente Tel Aviv había
dicho que no podía tratar con la Autoridad porque no representaba a todos los
palestinos, pero luego se opuso a sentarse en la misma mesa con los dos
sectores palestinos, porque uno de ellos sería “terrorista”. Así se puede
entender que el actual ataque responde a la necesidad de dinamitar las
posibilidades de negociación y a aumentar las tensiones hasta el infinito.
LA DIÁSPORA PALESTINA
Así como los palestinos están
viviendo 56 años de holocausto continuado, por seis que sufrieron los judíos en
Europa, de igual manera son víctimas de otra tragedia que es el desplazamiento.
La historia contada desde el ´punto de vista hebreo indica que los judíos
fueron expulsados de sus tierras hacia el mundo por el imperio otomano hace
muchísimos años, en lo que se llamó la diáspora. Bueno basta ver la diáspora
palestina para comprender muchas cosas.
La población árabe-palestina
actual está calculada en 12 millones de personas. De estas, 3 millones 761 mil
ocupan los territorios asignados por la ONU para un Estado palestino, que
representan la tercera parte de la población. En Cisjordania viven 2 millones
345 mil, en una superficie de 5,655 Km2, y en Gaza 1 millón 416 mil confinados
en 365 Km2. En Jordania, país fronterizo con Israel, viven 2 millones 700 mil
palestinos y dentro del Estado de Israel, incluido Jerusalem, otro millón 318
mil personas.
En Siria se encuentran 573 mil
palestinos, en el Líbano 505 mil, en Chile 500 mil, en Arabia Saudita 350 mil,
en Egipto 270 mil, en Estados Unidos 267 mil y en Qatar 254 mil. Lo que
expresan estos fríos números son familias quebradas, gente que no puede
encontrarse una con la otra, incapacidad para atender sus necesidades, etc.
¿Tiene esto algo de justo?
Pero las cifras también
revelan otra realidad. Para Israel lo que se está probando es que no hay
solución militar para Gaza, como podría no haberla más adelante para ampliar el espacio vital de la población
bajo su control y ofrecerles tierras y oportunidades de desarrollo. Por eso
varios partidos israelíes, entre ellos una poderosa fracción del Likud,
actualmente en el poder, sustenta la tesis de que la “solución” es expulsar a
los palestinos de Gaza y apoderarse de ella. Para esto hay que destruirla hasta
hacerla invivible.
Si casi nueve millones de
palestinos viven fuera de su hogar ancestral, ¿por qué no podrían hacerlo un
millón y medio más, y para el caso aquellos de los cuatro millones que pueblan
los territorios palestinos e Israel y no quieran someterse a sus autoridades,
que se vayan a otra parte?
Todo indica que el gobierno de
Netanyahu acaricia la posibilidad de ir por ese camino, pero aún mide las
consecuencias de su decisión. La cuestión territorial es la clave de esta
historia, desde la ocupación de 1948, las guerras y expansión israelí sobre
territorios de otros países, la colonización de las fronteras de Gaza, etc. Por
ello es que es tan tonto describir este conflicto en términos religiosos y de supuesta “guerra
histórica”, que nunca existió; como ingenuo sería asignar carácter defensivo a
la constante expansión de Israel sobre tierra ajena.
LA CRUELDAD DE MATAR
Hay una incoherencia brutal
entre condenar con justa razón el ataque cruel y sorpresivo sobre civiles que
ocurrió en Miraflores en 1992, y tomar como si fuera un tema sin importancia la
sangría interminable de civiles que no han hecho ningún acto hostil contra
Israel, pero pierden sus casas, sus hijos, sus familiares, sus miembros
mutilados y todo lo que puede darle sentido a la vida. La gran excusa para no
condenar el genocidio sistemático es que Hamas está protegido dentro de la
población civil y la utiliza como escudo humano.
Esta es la razón de todos los
criminales de guerra. De los que destruyeron Londres para desmoralizar a los
ingleses, y los que lo hicieron con Dresden, Hiroshima y Nagasaki, para quebrar
a los alemanes y japoneses. Y todos dijeron que la gente debía salir de su
ciudad y que los gobiernos los usaban como escudos humanos por no rendirse. La condición
de vencedor de cuánta guerra ha tenido por delante, con las armas y el
entrenamiento de Estados Unidos, y el formato aparentemente democrático del
Estado de Israel, que alterna entre diversas fracciones militaristas, no cambia
la esencia de la cuestión.
El ataque a Gaza es una
carnicería de civiles que los israelitas quieren que se vayan, disque para
vérselas con los de Hamas. Una tarea de demolición sistemática que el mundo
contempla con horror y que todavía tiene algunos que dicen que mejor nos
portemos como las Islas Marshall, acompañando a Estados Unidos en las
barbaridades que permite y alienta en el mundo de hoy. Que ese es nuestro
destino, de lacayos del gran imperio.
www.rwiener.blogspot.com
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