domingo, 3 de agosto de 2014

LA DESTRUCCIÓN PLANEADA DEL ESTADO PALESTINO

PALESTINA VA DESAPARECIENDO
En el afán por saber de dónde venimos, mi familia descubrió hace algunos años el origen judío de nuestro bisabuelo Karl, que llegó al Perú como Charles por haber adoptado la nacionalidad francesa. Wiener es un toponímico de Viena o Vienes, que alude a los nacidos en la capital de Austria. Este antecedente aumentó por cierto mi aprecio a aspectos de la cultura judía, que está expresado en muchos grandes hombres de la historia universal. Pero en el conflicto de Palestina con Israel no tengo ninguna duda de quién es el agresor y quién el agredido. Más aún creo que Israel es la negación de lo mejor del judaísmo histórico. Es simplemente una maquinaria militar arrolladora para conquistar otros pueblos, a la que repudio con todas las fuerzas de mi espíritu y lamento que haya peruanos como Martha Chávez que entiendan que lo que les toca es ponerse del lado de la posición de Estados Unidos por más discutible que esta sea.
Hasta el año 1948, cuando las Naciones Unidas, deciden que la “solución” al problema judío, que llegaba bajo la marca de holocausto impulsado por los nazis, consistía en crear un Estado propio en el territorio que el sionismo, que había tomado la representación política de los hebreos repartidos por el mundo, identificaba con la “tierra prometida” que Dios les tenía reservada, el nombre oficial de toda la zona que hoy ocupan Israel, Gaza y Cisjordania, se llamaba Palestina y era un espacio en el que convivían por larguísimo tiempo árabes, judíos y cristianos que la consideraban cada uno como una tierra sagrada donde estaban algunos de sus más importantes símbolos religiosos.
Las dos grandes guerras plantearon a cuestión del Estado palestino independiente que los ingleses ofrecieron en los años de la lucha contra los turcos aliados de Alemania en la primera guerra mundial y en la que los árabes de la Palestina fueron dirigidos a la victoria por Lawrence de Arabia. Pero Inglaterra traicionó su compromiso y mantuvo un protectorado colonial sobre varios pueblos de la región que concluyó recién con el término de la segunda guerra. A la Palestina le estaban debiendo su independencia, pero lo que recibió fue un nuevo zarpazo colonial cuyas consecuencias se prolongan hasta nuestros días.
La partición de Palestina que separaba el nuevo Estado de Israel del antiguo Estado Palestino, ha sido el único acto avalado por las Naciones Unidas de imposición de una dominación desde fuera sobre un pueblo prexistente. En cualquier otra circunstancia ese era un acto de guerra y de pillaje colonial. Pero la creación de Israel a pesar de haber sido sangrienta, tanto en el proceso de apurar la salida de los ingleses como en el de dirimir fuerzas con la coalición árabe que quiso impedir que se consumara el despojo, ha sido edulcorada como si se tratara de un reconocimiento que el mundo hacía a las víctimas de la barbarie hitleriana.
Pero, la verdad, es que aquí había mucho de mistificación. Ni el sionismo defendió a los judíos que sufrieron la brutalidad de los nazis en los guetos y campos de concentración, ni la mayoría de los que marcharon en el éxodo hacia la Palestina eran sobrevivientes del holocausto. Israel no fue ni de lejos el Estado del pueblo castigado sin piedad por la ola fascista europea, sino una estructura política-militar, financiada desde Estados Unidos para ocupar un territorio que no era suyo. Esa estructura creó su base de masas en sucesivas olas migratorias que se originó en grandes reclutamientos en los que se ofrecían tierras y oportunidades en un espacio donde aparentemente no vivía nadie ni había propiedad sobre las cosas.
No faltan los que dicen que todo esto pudo ser como se indica, pero que Israel se ganó en el campo de batalla, en varias guerras, contra enemigos mucho más numerosos y con enormes ejércitos, a los que arrasaron en cortos enfrentamientos. En 1967, Israel destruyó la coalición de cuatro países árabes (Egipto, Siria, Jordania e Irak) e impuso zonas de seguridad en sus diversas fronteras y ocupó los territorios palestinos, que habían sido asignados por la ONU. Hasta 1994, la Cisjordania estuvo en poder israelí, haciendo caso omiso a los mandatos de la llamada Comunidad Internacional para devolverlos. A raíz de los acuerdos de Oslo entre Rabin y Arafat, la OLP pasa a ser reconocida como una entidad representativa de los palestinos. En el 2005, se devuelve la llamada Franja de Gaza.         
Entre 2010 y 2012 las Naciones Unidas le han otorgado la condición de Estado observador a la Autoridad Nacional Palestina, con la oposición de Estados Unidos e Israel. Desde la devolución de los territorios ocupados, Israel ha mantenido una política de recorte de espacio hacia los palestinos especialmente en la zona de Gaza, impulsando el desarrollo de colonias judías sobre tierras palestinas, considerando “terrorismo”, cualquiera resistencia de los expropiados. En el 2006, la organización extremista Hamas que cuestionaba la “conciliación” de la OLP, gana las elecciones palestinas, produciéndose un enfrentamiento que divide los territorios en dos mandos contrapuestos: Gaza con Hamas y Cisjordania con la Autoridad Nacional Palestina.
En el 2008, Israel desarrolla una guerra sobre Gaza para derrotar a Hamas, produce una gran mortandad de civiles, pero no logra su proclamado objetivo militar. En el 2014 se ha lanzado una nueva ofensiva que asegura que ahora sí eliminará los cohetes caseros que usan los de Hamas para crear zozobra y golpear objetivos israelíes y que destruirá los túneles por donde los palestinos ingresan a su territorio superando el inmenso muro con que han pretendido confinarlos.
El nuevo ataque que ya se acerca a los 1,500 muertos, casi todos civiles, muchos de ellos niños y niñas, está destruyendo es verdad toda la infraestructura de Gaza, incluidos hospitales, colegios, iglesias, centros de refugio, centrales eléctricas y plantas de agua. Pero lo que todo indica que no logrará es doblegar la resistencia, y quizás la haga más dura y rencorosa, en un cuento de nunca acabar. La actual ofensiva, además, veían precedida del primer acuerdo ANP-Hamas para entrar en una negociación con Israel.
Anteriormente Tel Aviv había dicho que no podía tratar con la Autoridad porque no representaba a todos los palestinos, pero luego se opuso a sentarse en la misma mesa con los dos sectores palestinos, porque uno de ellos sería “terrorista”. Así se puede entender que el actual ataque responde a la necesidad de dinamitar las posibilidades de negociación y a aumentar las tensiones hasta el infinito.
LA DIÁSPORA PALESTINA
Así como los palestinos están viviendo 56 años de holocausto continuado, por seis que sufrieron los judíos en Europa, de igual manera son víctimas de otra tragedia que es el desplazamiento. La historia contada desde el ´punto de vista hebreo indica que los judíos fueron expulsados de sus tierras hacia el mundo por el imperio otomano hace muchísimos años, en lo que se llamó la diáspora. Bueno basta ver la diáspora palestina para comprender muchas cosas.
La población árabe-palestina actual está calculada en 12 millones de personas. De estas, 3 millones 761 mil ocupan los territorios asignados por la ONU para un Estado palestino, que representan la tercera parte de la población. En Cisjordania viven 2 millones 345 mil, en una superficie de 5,655 Km2, y en Gaza 1 millón 416 mil confinados en 365 Km2. En Jordania, país fronterizo con Israel, viven 2 millones 700 mil palestinos y dentro del Estado de Israel, incluido Jerusalem, otro millón 318 mil personas.
En Siria se encuentran 573 mil palestinos, en el Líbano 505 mil, en Chile 500 mil, en Arabia Saudita 350 mil, en Egipto 270 mil, en Estados Unidos 267 mil y en Qatar 254 mil. Lo que expresan estos fríos números son familias quebradas, gente que no puede encontrarse una con la otra, incapacidad para atender sus necesidades, etc. ¿Tiene esto algo de justo?
Pero las cifras también revelan otra realidad. Para Israel lo que se está probando es que no hay solución militar para Gaza, como podría no haberla más adelante  para ampliar el espacio vital de la población bajo su control y ofrecerles tierras y oportunidades de desarrollo. Por eso varios partidos israelíes, entre ellos una poderosa fracción del Likud, actualmente en el poder, sustenta la tesis de que la “solución” es expulsar a los palestinos de Gaza y apoderarse de ella. Para esto hay que destruirla hasta hacerla invivible.
Si casi nueve millones de palestinos viven fuera de su hogar ancestral, ¿por qué no podrían hacerlo un millón y medio más, y para el caso aquellos de los cuatro millones que pueblan los territorios palestinos e Israel y no quieran someterse a sus autoridades, que se vayan a otra parte?
Todo indica que el gobierno de Netanyahu acaricia la posibilidad de ir por ese camino, pero aún mide las consecuencias de su decisión. La cuestión territorial es la clave de esta historia, desde la ocupación de 1948, las guerras y expansión israelí sobre territorios de otros países, la colonización de las fronteras de Gaza, etc. Por ello es que es tan tonto describir este conflicto  en términos religiosos y de supuesta “guerra histórica”, que nunca existió; como ingenuo sería asignar carácter defensivo a la constante expansión de Israel sobre tierra ajena.
LA CRUELDAD DE MATAR
Hay una incoherencia brutal entre condenar con justa razón el ataque cruel y sorpresivo sobre civiles que ocurrió en Miraflores en 1992, y tomar como si fuera un tema sin importancia la sangría interminable de civiles que no han hecho ningún acto hostil contra Israel, pero pierden sus casas, sus hijos, sus familiares, sus miembros mutilados y todo lo que puede darle sentido a la vida. La gran excusa para no condenar el genocidio sistemático es que Hamas está protegido dentro de la población civil y la utiliza como escudo humano.
Esta es la razón de todos los criminales de guerra. De los que destruyeron Londres para desmoralizar a los ingleses, y los que lo hicieron con Dresden, Hiroshima y Nagasaki, para quebrar a los alemanes y japoneses. Y todos dijeron que la gente debía salir de su ciudad y que los gobiernos los usaban como escudos humanos por no rendirse. La condición de vencedor de cuánta guerra ha tenido por delante, con las armas y el entrenamiento de Estados Unidos, y el formato aparentemente democrático del Estado de Israel, que alterna entre diversas fracciones militaristas, no cambia la esencia de la cuestión.
El ataque a Gaza es una carnicería de civiles que los israelitas quieren que se vayan, disque para vérselas con los de Hamas. Una tarea de demolición sistemática que el mundo contempla con horror y que todavía tiene algunos que dicen que mejor nos portemos como las Islas Marshall, acompañando a Estados Unidos en las barbaridades que permite y alienta en el mundo de hoy. Que ese es nuestro destino, de lacayos del gran imperio.       
www.rwiener.blogspot.com         

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