jueves, 24 de abril de 2014

“DEMOCRACIA Y MOVADEF”, LA COLUMNA DE JUAN SHEPUT

La verdad se abre paso, y ¿el pensamiento Gonzalo?
La ausencia de una oposición consistente y, como dirían los británicos, con dientes, permite que el gobierno, literalmente, haga lo que le venga en gana en asuntos que en cualquier democracia que se respete habrían sido motivo de profundo cuestionamiento. Casos como la acusación del expresidente García al presidente Humala por recibir dinero del narcotráfico; otorgamiento de buena pro a únicos postores como en la Línea 2 del Tren Eléctrico; desconocimiento del detalle de los contratos que se firman con Telefónica; el conflicto de intereses de por lo menos tres ministros de Estado en un solo gabinete, el actual; compra de armas sin transparencia o la forma como el actual servicio de inteligencia gasta sus recursos en autos que terminan a nombre de los hijos de sus funcionarios son parte del transcurrir cotidiano en el gobierno de Ollanta Humala. Ninguno de estos casos ha sido tratado con la profundidad y gravedad que lo merecen. Sólo el primero de los mencionados habría paralizado a cualquier país que sea una democracia real por la gravedad que implica, pero en el Perú de hoy la acusación a un presidente en ejercicio no significa nada; para mitigar ello está la seguidilla de noticias distractoras; la sobreactuación contra algunos casos que involucran a exaliados del gobierno o, como ha sido el patrón en los últimos años, para eliminar las amenazas de escándalo siempre vale la pena revivir al terrorismo o, para ir a tono con los tiempos modernos, al Movadef.
Desde el primer instante señalé que la detención de abogados ancianos que caminaban rumbo a sus casas o que hacían vida pública era un exceso que no se condice con la lucha contra el terrorismo.
Este último implica violencia extrema o, como dice Tamar Meisels en El problema con el Terror, “es el uso de la violencia por parte de autores no estatales para infligir la muerte de ciudadanos inocentes con el fin de dar publicidad a una causa”, asunto que ninguno de los detenidos había cometido. Esto no quita nuestro total rechazo a Sendero Luminoso, pero cuando se recurre a acciones que atentan contra la legitimidad de la lucha contra el terror pues nos igualamos a ellos y, lo peor de todo, sembramos la semilla para que en el futuro recrudezca la violencia.
En su libro La Maldad Política, Alan Wolfe, cuando hace referencia a la lucha fallida contra el terrorismo, señala como uno de sus principales errores el incurrir en métodos ilegales o ilegítimos, pero la peor torpeza radica, señala, en negarse a negociar con ellos o impedir que se introduzcan a la legalidad, pues los líderes del terror adquieren mayor relevancia e influencia sobre sus adeptos cuanto más aislados se encuentran.
El gobierno del presidente Humala demuestra pues, con creces, su gran impericia política. Por querer distraer o ganar unos puntitos en las encuestas está comprometiendo el futuro del país en materia de seguridad. El aislamiento sin justificación de los líderes del Movadef solo contribuye a consolidar las posiciones que creen en el terror como método de tomar el poder y que siendo mínimas en la actualidad pueden ser mayoría como consecuencia de los actos abusivos del Gobierno, que en eso se iguala a los métodos que en su momento usaba el fujimorismo, sin éxito obviamente.
No hay duda que los hechos de terror utilizados en determinado tiempo contra el país nos hacen repudiar a los grupos involucrados. Pero casualmente por ese hecho, por el uso del terror, las naciones que han triunfado contra el terrorismo no han escatimado esfuerzos en hacer todo lo que esté a su alcance para llegar a acuerdos políticos con sujetos que con toda razón despreciaban. Pero para eso se requiere de sentido de Estado y conocimiento y práctica de lo político. Y sabemos que de ello carece, lamentablemente, el gobierno actual, al cual sólo parece interesarle la próxima encuesta así esté de por medio el futuro de la seguridad en el país.
Punto aparte merece la actuación del Ministro del Interior Walter Albán, quien por seguir con el fajín claudica de una trayectoria en defensa de la legalidad y los derechos humanos y se presta de manera inverosímil a una farsa que pocos, pero muy destacados periodistas como Gustavo Gorriti, Raúl Wiener o Fernando Rospigliosi vienen denunciando con serenidad y valentía.

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