OTRO MINISTRO AVALADO POR EL FM |
La presencia del señor Alonso Segura en el ministerio de
economía, aplaudida por los principales gremios empresariales del país y
sus voceros mediáticos, además de
asegurar – el propio presidente Ollanta ha sido enfático en ello- la
continuidad del modelo económico impuesto hace más de 20 años, nos revela,
otra vez, el peso alcanzado por la tecnoburocracia internacional en el
manejo de las principales entidades estatales del país, en especial de las
dedicadas a la gestión de las actividades productivas; pero asimismo en
aquellos quehaceres de servicios que en
los últimos tiempos se han convertido en otros escenarios de inversión del gran
capital, como es educación y salud.
Esa tecnoburocracia, muy forrada en grados y títulos, desde los tiempos
del ministro Boloña se ha convertido en la gran bisagra que vincula a
los organismos internacionales, tipo FMI, con el Estado peruano.
En una palabra, la gran panacea del capitalismo mundial de los
tiempos actuales; pero también, en tanto eminencias grises de las políticas
económicas internas, en representantes directos de las clases o fracciones de
clase dominantes en el escenario económico y político, de las cuales, como ha
ocurrido con el señor Segura suelen recibir el espaldarazo.
¿Se acuerdan ustedes de los economistas Burneo y Jimenez, que en su
calidad de responsables del plan de la gran transformación del entonces
candidato Ollanta eran los llamados a ocupar las principales carteras
económicas, pero que después fueron olímpicamente choteados por la pareja
presidencial? Pues sencillamente no recibieron el aval político, ni
interna, ni externamente, de los que realmente parten el jamón: los llamados poderes fácticos, a pesar de que
ambos intelectuales reunían largamente los méritos académicos y profesionales
para ocupar tan altas responsabilidades.
Lo mismo ocurrió con el Fujimori de los años 90. Ganó las
elecciones contando con el asesoramiento de los llamados “ siete samurais”
liderados por Adolfo Figueroa, pero ya presidente, en el mismo Nueva York, la meca de la primera potencia capitalista,
presionado por la tecnoburocracia internacional
dejó de lado a sus asesores de la primera hora y se entregó en cuerpo y alma al
FMI y sus operadores. Los propios japoneses jugaron su papel en esa
conversión ideológica y política. Lo dice Boloña: En Japón, “cabe suponer – que
los japoneses. A.M. – le hicieron saber que, para contar con su colaboración,
se requería llegar a un acuerdo con el FMI”.
(Carlos Boloña, Cambio de Rumbo,
IELM, Lima, 1993, p. 23).
Por eso es que resulta
candoroso escuchar al flamante ministro Segura, cuando en respuesta a la
propuesta del ex presidente García, de “conversar”, señala en su negativa de
que no quiere “politizar” el tema, aparentando– es una constante en el actuar de la tecnocracia- estar por encima del bien y del mal,
cuando realmente su cartera, al igual que las capturadas por los especialistas
supuestamente inocuos viven y operan, legal o ilegalmente – Boloña y otros
fueron a parar a la cárcel- al servicio
del gran capital y de las transnacionales
Es falso entonces que esos
ministros no hagan política, la hacen y en las ligas mayores.
Por último, son esos tecnócratas -que hoy pueden ser
ministros y mañana estar en el FMI o en
el Banco Mundial para luego volver- los que han sustituido, por la crisis
en la que se debaten, a los clásicos hombres
de partido, con una particularidad: la de poder estar al servicio de cualquier
organización política. El único prerrequisito es que dichos entes
compartan el credo neoliberal. De
otro modo el señor Castilla no hubiera podido ser un alto funcionario del MEF
en la administración del Apra y luego ser ministro del presidente Humala.
Mañana puede estar al servicio de un hipotético gobierno de la señora Fujimori. Lo mismo pasa con PPK, ministro desde los tiempos del
primer gobierno del arquitecto Belaúnde, en los años 60 del siglo XX.
Es decir, no se hacen bolas, están donde el credo los llama.
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