¿Qué cosas saben ambos? |
Por: César Hildebrandt
El aspecto políticamente
fantasmagórico del presidente Ollanta Húmala en la entrevista concedida a la TV
esta semana nos confirmó que asistimos a un complejo proceso de autodestrucción
de aquel personaje que tantas esperanzas despertara.
Húmala cree que la
indefinición es la esencia de la política y que el arte de gobernar consiste en
no pronunciarse o parapetarse en una opacidad que tiene mucho de huida. Es el
líder de una legión de derrotados, el caudillo de nada, el holograma de sí
mismo.
Está muerto y no lo sabe. Es
Manuel Prado y no se ha dado cuenta. Es Fernando Belaunde y no se lo han dicho.
Le falta obra física para ser Odría. Carece de lengua para ser García.
Construye como alarife el
cuarto piso de ese edificio fujimorista que la CONFIEP venera, pero finge ser
un arquitecto innovador. Tiene una triste figura sin ser Quijote y parece
cabalgar sobre un pollino sin tener las virtudes de entrecasa del buen Sancho.
Cuando le preguntan sobre la
fragilidad de su liderazgo, habla de una revolución que está sólo en su cabeza.
Y enumera la reforma del sector salud, la de la educación, la tributaria, la de
las AFP o la de defensa y seguridad. ¿Cinismo marquetero o locura hamletiana?
¿Puede ignorar que los
hospitales están desabastecidos, los médicos mal pagados, los maestros cada vez
más infiltrados por el extremismo gracias a los maltratos recibidos? ¿Puede no
saber que sus reformas tributarias abortaron el día que no se atrevió a
exigirle a la minería el pago de los impuestos que le tocaba pagar? ¿Simula no
conocer el odio generalizado que cunde en la población respecto a las AFP? ¿Y
se atreve a hablar de cambios en materia de defensa y seguridad? ¿Ignora que
Lima es territorio comanche, que la policía es una infección generalizada y que
su transformación radical es imprescindible?
¿No le ha dicho alguien,
piadoso, que el Perú es el paraíso de las mafias, los sicarios, los colombianos
de encargos letales? ¿Nadie le dice al presidente que la extorsión a
empresarios pequeños y medianos es una de las industrias más prósperas? Con sus
baches sintácticos, su hablar desgreñado y sus delusiones, Húmala daba la impresión
de ser un paciente hablando, complacido, de su separada y paralela realidad.
La pregunta sobre liderazgo suponía,
además, que el presidente insinuara a qué norte se dirige, con qué país sueña,
qué propósitos lo entusiasman. Húmala demostró que la línea del horizonte
termina en su apéndice nasal y que no hay metas a las que quiera llegar.
Húmala parcha el asfalto. La
carretera es la que le señalaron. Y no hay plan B. Húmala administra la escasa
cuota de poder que le han dejado. Gerencia la repetición.
Cuando le recuerdan el
ridículo memorable de aquella llamada hecha desde un penal donde ya habían instalado
"bloqueadores de celulares", entonces Húmala pide no hablar de
"lo minúsculo" y miente: dice que esos interceptores de señal
"estaban en prueba". Todos habíamos asistido, por la TV, a la
ceremonia de su instalación y al discursito aquel de que ahora empezaba una
nueva etapa en la lucha contra la delincuencia. En algún momento de la
entrevista Húmala parece darse cuenta del carácter delirante de sus declaraciones
y admite textualmente: "Aquí lo que vemos es que todos los días en las
mañanas es crimen, asalto, violación. Uno empieza mal la mañana". Le recuerdan
entonces que lo que cuentan los noticieros no es invento sino registro (quizá
un poco sesgado) de la realidad. Y él replica, próximo a los mecanismos de
defensa de Nicolás Maduro: "Pero yo creo que en el Perú ocurren noticias
positivas todos los días...".
Más adelante le mencionan la
podredumbre policial como una de las causas centrales, de la inseguridad y su
respuesta es involuntariamente cómica: "Tienes que confiar en la policía y
tienes que confiar en que hay mecanismos internos para sancionar...".
¿A quién elegimos? ¿A un débil
mental? ¿A un taimado que ha perfeccionado sus artes en el poder? Ni lo uno ni lo
otro. Estamos probablemente frente a un hombre que se deshizo de todo ideal,
que perdió la brújula, el programa, los amigos, parte de la familia, el 8o por
ciento de sus adherentes. Su gobierno es un fracaso, hasta en el modesto nivel
de administrador de lo heredado, y la apelación al mito ("la policía se
transformará a sí misma") es parte de ese discurso agónico. Lo que el
presidente quiere ahora es que se cumplan los 90 minutos de juego. Este Mundial
no era para él. La camiseta también le llega a los tobillos. Si la debilidad
fuese atractiva, Húmala sería un éxito colosal. Todo lo que dice parece
anémico, borroneado, inconcluso.
Es un huérfano por mano
propia: él mismo mató al partido que lo llevó al poder, él ahuyentó al sur
serrano que lo hizo ganar, él eliminó el puñado de ideas que habría podido hacerlo
un estadista (y sin necesidad de parecerse a Chávez). Húmala es rehén voluntario
de todos aquellos que había censurado como candidato. Le dieron autoridad para
cambiar el país y termino de primer secretario. La derecha, que perdió las
elecciones, lo usa y lo desprecia a la vez. Húmala es el responsable del mayor
descrédito que la democracia peruana haya padecido en los últimos años.
¿Qué puede decir un converso
eviscerado en una entrevista para la televisión? Pues nada. Y nada es lo que
Húmala dice. Bueno, casi nada. Porque el momento en que los bríos le vuelven y
las definiciones asoman es cuando habla de César Álvarez, el hampón que creó en
Ancash una versión comarcal del tardo- fujimorismo, y de Martín Belaunde, el
fugitivo aliado de Álvarez y el hombre que le entregaba dinero de procedencia
sucia al Partido Nacionalista y a la señora Nadine Heredia. De Álvarez llegó a
decir: "Primero, está en un proceso de investigación, hay una acusación,
todavía no lo condenes". Y sobre Martín Belaunde soltó estas frases: 'Yo
pediría a los medios de comunicación que traten este tema con mayor
prudencia".
Saltó la liebre! El presidente
que elude todos los temas, que hace de la ambigüedad una virtud y del lugar
común un estilo comunicacional, sí se muestra claro y definido para defender a
Álvarez y a su carnal Belaunde. ¿Qué cosas saben ambos? ¿Qué misterios de
futuras consecuencias penales están en algún USB? ¿De cuántas transacciones en
bolívares nos habremos de enterar algún día? Húmala ha hablado. Su mensaje,
apenas cifrado, parece darles a Álvarez y a Belaunde un aliento oficial: resistan,
callen, que desde aquí trataremos de ayudarlos. El comandante ha deslindado.
Carlos ha dicho lo suyo.
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