QUE TAL ÉTICA |
Esta columna fue escrita antes
de saberse que, en un gesto que pinta de cuerpo entero al Congreso, se ratificó
como presidente de la Comisión de Ética al pastor Humberto Lay, y ahora no sé
si poner las comillas en ética o en renunciante, ante tamaña farsa de falsa
moralidad.
Siguiendo a Rosa María
Palacios, se puede decir que es muy extraño que los tres partidos que han
ejercido gobierno en los 2000, Perú Posible, APRA y PNP, voten para salvar a la
congresista Uribe, de la acusación de haber intentado presionar al director de
un colegio para mantener un cartel publicitario en la parte alta de los salones
que dan al zanjón, que pertenecía a una empresa con cuyo propietaria se
encontraría relacionada.
Parece efectivamente un pacto
pro-impunidad que podría tener consecuencias hacia adelante. Pero de ahí a
felicitar al presidente de la Comisión de Ética por su indignada renuncia, a
casi tres años de ejercer el cargo, y a los fujimoristas que lo acompañaron en
la decisión, junto con el siempre desubicado Beingolea, porque representan
alguna forma de “actitud ética”, hay un salto al vacío que algunos realizan sin
mayor reflexión.
Carlín, como de costumbre, ha
captado exactamente la esencia del problema. El pastor Lay, que ha salvado
cristianamente a numerosos fujimoristas como Kenji (empresa exportadora de
origen desconocido que embala droga), Cordero (la visitante nocturna de
Fujimori), Spadaro (por delitos de abuso de autoridad como funcionario del
Callao), Melgar (el robatierras y robagua del Huaura), Cecilia Chacón (con
sentencia pendiente, que no se presenta ante la justicia), y que no termina de
suspender al propio Gagó, etc., se molesta porque una mayoría salva, a su vez,
a una nacionalista, después de que varios de ese sector fueran suspendidos con
el máximo permitido de 120 días.
En realidad Lay goza de una
imagen de santón que olvida convenientemente las denuncias que existen en su
contra dentro de la iglesia evangélica y en el propio partido Restauración,
sobre el mal uso del dinero aportado por los feligreses a la campaña; así como
sus contradictorias andanzas desde la Comisión de la Verdad hasta la alianza
con PPK, su adhesión a la revocatoria en Lima y la manera como negocia el
membrete de su organización para llevar algún candidato para la capital. Su
actuación en el caso Diez Canseco fue además un monumento a la hipocresía.
Ahí también el informe
técnico, que en ese caso favorecía a JDC, fue votado en contra por la Comisión
en una alianza infame entre fujimoristas (Díaz Dios), apristas (Mulder) y
castañedistas (Urtecho), en la que Lay en vez de renunciar se abstuvo. Y se
abstuvo tanto que no hizo uso de su atribución de presentar el tema ante el
pleno, lo que delegó a Díaz Dios que leyó un dictamen tramposo en el que
incluyeron temas no discutidos por la comisión. Pero a la hora de votar Lay lo
hizo con la mayoría grotesca que castigó esa noche al congresista de izquierda.
Hace tiempo que Lay debió irse castigado por su parcialización y sus argumentos
especiosos para lanzar un salvavidas a quienes menos lo merecían. Pero ahora se
quiere ir en medio de ruegos para que se quede. No ven que antes había mucha
ética hasta que se votó lo de Uribe.
www.rwiener.blogspot.com
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