CONJURA MEDIÁTICA CONTRA VENEZUELA
Por: Carlos Fazio
El Foro Internacional “Conjura
mediática contra Venezuela” sesionó en Caracas este jueves y viernes, con la
participación de un grupo de intelectuales e investigadores de la comunicación
proveniente de 8 países de América Latina y Europa.
La conjura de los medios de
difusión masiva, como instrumentos para la injerencia y la guerra subversiva de
Estados Unidos contra el gobierno legítimo de Nicolás Maduro y el pueblo
venezolano forma parte de una dominación de espectro completo.
Como parte de una guerra de ocupación integral de los países de Nuestra
América, la intervención estadunidense en curso en Venezuela responde a
nuevas concepciones del Pentágono sobre la definición de enemigos (lo que
incluye guerras contra no-Estados o contra enemigos asimétricos, no
convencionales o irregulares, verbigracia, el terrorista, el populista radical,
el traficante de drogas), que podrían actuar en Estados fallidos o ser
patrocinados por Estados delincuentes según la siempre arrogante terminología
utilizada por el hegemón del sistema capitalista mundial. Lo que ha derivado en
las guerras asimétricas de nuestros días, que no se circunscriben a las reglas
establecidas en los códigos internacionales y evaden las restricciones
fronterizas de los Estados. [1]
La continuada intentona estadounidense para la ocupación integral de
Venezuela, vía el golpe de Estado, la desestabilización económica, el
desabastecimiento de productos de primera necesidad (entre ellos alimentos y
medicinas), la generación del caos y una violencia fratricida, el magnicidio,
el secesionismo, el paramilitarismo, el mercenarismo y el terrorismo mediático,
forma parte de una “dominación de espectro completo”, noción diseñada por el
Pentágono antes del 11 de septiembre de 2001, [2] que abarca una política
combinada donde lo militar, lo político, lo económico, lo mediático y lo
cultural tienen objetivos comunes y complementarios.
Dado que el espectro es
geográfico, espacial, social y cultural, para
imponer la dominación se necesita manufacturar el consentimiento. Esto es,
colocar en la sociedad sentidos “comunes”, que de tanto repetirse se incorporan
al imaginario colectivo e introducen, como única, la visión del mundo del poder
hegemónico. Eso implica la formación y
manipulación de una “opinión pública” legitimadora del modelo. Ergo, masas
conformistas que acepten de manera acrítica y pasiva a la autoridad y la
jerarquía social, para el mantenimiento y la reproducción del orden
establecido.
Como plantea Noam Chomsky,
para la fabricación del consenso resultan clave las imágenes y la narrativa de
los medios de difusión masiva, con sus mitos, medias verdades, mentiras y
falsedades. [3] Apelando a la sicología y otras herramientas, a través de los
medios se construye la imagen del poder (con su lógica de aplastamiento de las
cosmovisiones, la memoria histórica y las utopías), y se imponen a la sociedad la cultura del miedo y la cultura de la
delación. O de otra manera, la fabricación social del miedo, que incluye la
manufacturización de enemigos internos. Verbigracia, Hugo Chávez y Nicolás
Maduro, aquí en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Andrés Manuel López Obrador
y el EZLN en México.
La fabricación de imaginarios
colectivos busca, además, facilitar la intervención-ocupación de Washington con
base en el socorrido discurso propagandístico de la “seguridad nacional” estadounidense y/o la “seguridad hemisférica” y otras argucias como la mentada democracia
y la defensa de los derechos humanos.
Debido a que desde hace más de medio siglo los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca se abrogan el derecho de
intervenir en cualquier parte del mundo, para justificar la
extraterritorialidad de sus operaciones de contrainsurgencia, los actuales
estrategas del Pentágono utilizan una entelequia jurídica denominada “nación huésped”,
cuyo gobierno “invita” a Estados Unidos a intervenir en su territorio en contra
de su propio pueblo. Verbigracia, para citar un caso cercano, el México de
Felipe Calderón. O fabrica, financia y
arma a una disidencia interna, para que a través de una violencia caótica
planificada, sectores de la llamada “sociedad civil” llamen a una intervención,
como ocurre en Venezuela y Cuba.
Pero debido a que la nueva
modalidad guerrera del Pentágono es contra “enemigos irregulares” o
“asimétricos”, no contra ejércitos profesionales, los manuales del
Pentágono incluyen una serie de aspectos
y tareas “no militares” que debe incluir la contrainsurgencia en su fase
actual. Entre ellos, materias complejas como la gobernanza, el desarrollo
económico, la administración pública y el imperio de la ley, todo lo cual se
combina con las formas más conocidas de la
“guerra interna”, es decir, las
acciones militares directas o encubiertas, la guerra psicológica, la guerra
sucia, la acción cívica, el control de población, el paramilitarismo, el
mercenarismo y el uso de la economía, de los medios de difusión masiva y las
redes de Internet como armas de guerra.
Otros aspectos clave de esa
guerra integral son las labores de inteligencia y el análisis y aprendizaje de
la sociedad, su forma de gobierno, las fuerzas coercitivas del Estado, las
instituciones, los grupos étnicos en el país, la cultura, el lenguaje, las
percepciones, valores, redes, creencias de la población, para lo cual se
recurre a expertos en antropología, economía y ciencias políticas, quienes
juegan un papel importante en lo que técnicamente se conoce como “Preparación de Inteligencia del Campo de
Batalla”.
Todo ello busca conocer el
apoyo o tolerancia de la población hacia un gobernante, dirigente político o
grupo guerrillero, sus capacidades y vulnerabilidades, sus tácticas y
estrategias y sus formas de organización. Cada dirigente es motivo de un
escrutinio detallado, que incluye su historia personal, trayectoria, creencias,
ideología, temperamento, educación y un largo etcétera.
Para recabar información se
utilizan todos los tipos de inteligencia: humana (que incluye la obtención de
datos de políticos, empresarios, militares, policías, contratistas, académicos,
periodistas y altos funcionarios del
gobierno pelele o a desestabilizar); la inteligencia militar; el interrogatorio
a detenidos y desertores, muchas veces a través de la tortura; la escucha
telefónica y el espionaje de las redes de Internet, como quedó evidenciado con las revelaciones de Edward Snowden en torno
al papel de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), a lo que se suman las
formas rutinarias de obtención de información, vía el reconocimiento y la
vigilancia, sensores, cámaras, inteligencia espacial, análisis de archivos de
propiedad, financieros, del contenido de celulares y computadoras.
Mencionábamos antes la
importancia que el Pentágono da a la
lucha ideológica en el campo de la información y al papel de los medios de difusión masiva como arma estratégica y política.
En ese contexto es clave la fabricación de una determinada percepción de la
población, que como nos decía ayer Luis Britto, pasa aquí en Venezuela por
generar una sensación de inseguridad que no obedece a la realidad concreta y,
otro tema sensible, el desabastecimiento, de lo cual se acusa al gobierno,
cuando es provocada por quienes siguen controlando la economía, en particular,
en las áreas de la alimentación y otros productos básicos.
Como señala un manual reciente
del Pentágono, “las guerras modernas tienen lugar en espacios más allá de
simplemente los elementos físicos del campo de batalla. Uno de los más importantes son los medios, en los cuales (…) la ‘batalla de la narrativa’ ocurrirá.
Nuestros enemigos han reconocido que la
percepción es tan importante para su éxito como el evento mismo (…) Al
final del día, la percepción de qué ocurrió importa más, que lo que pasó
realmente. Dominar la narrativa de cualquier operación, ya sea militar o de
otro tipo, paga enormes dividendos. Fracasos en el terreno, mina el apoyo para
nuestras políticas y operaciones, y actualmente pueden dañar la reputación del
país y su posición en el mundo”.
La anterior tiene que ver con la información, con los
medios, los periodistas y las redes virtuales. Al respecto, las redes
sociales son otro campo de batalla, que como decían ayer William Castillo y
Rosa Miriam Elizalde, son también objetivos de la guerra cibernética del
Pentágono; cada internauta, millones de
ciudadanos de a pie en el mundo entero, son hoy
un blanco fácil de los drones, los dispositivos satelitales y toda
la red de vigilancia, mentira y muerte desplegada por Washington y sus aliados
de la OTAN. Es decir, a la conjura mediática se suma la guerra cibernética, que
incluye las nuevas tecnologías, en la coyuntura la telefonía, para la difusión
de contenidos, imágenes trucadas y noticias falsas.
Decía el Gabo García Márquez
que el periodismo es el mejor oficio del mundo. Incluso, tenía la certidumbre
de que el periodismo escrito es un género literario. En particular, el
reportaje, que requiere más tiempo, más investigación, más reflexión y un
dominio certero del arte de escribir. Afirmaba que en realidad el reportaje “es
la reconstitución minuciosa y verídica del hecho”. Es decir, “noticia completa,
tal como sucedió en la realidad, para que el lector la conozca como si hubiera
estado en el lugar de los hechos”. [4]
En su tiempo, como en el mío y
el de muchos periodistas y comunicadores aquí presente, no existían escuelas de
periodismo. Éramos autodidactas que nos formábamos en la “fábrica” de la
redacción y vivíamos con pasión insaciable el oficio de escribir noticias; como
decía el Gabo, “nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es
el pálpito sobrenatural de la noticia”. Pero todo eso ha cambiado. La noticia se ha convertido en una
mercancía y la profesión se ha deshumanizado.
De cara a la conjura mundial de los medios de difusión masiva
contra Venezuela, conviene recordar algunas normas y principios básicos del
ejercicio periodístico. Máxime en momentos como la actual coyuntura, cuando la
guerra mediática y cibernética impulsada por Washington contra el gobierno de Nicolás Maduro ha
alejado a la información de criterios como la libertad de expresión y la
independencia periodística, y se maneja como propaganda; como propaganda de
guerra con total desprecio por la deontología informativa, en particular, en lo
que tiene que ver con la honestidad intelectual y la objetividad de los
periodistas y propietarios de medios.
Como decía el Informe MacBride
de 1980, “la libertad de expresión carente de responsabilidad es un paso a la
distorsión de la realidad”. [5] Cabe recordar que en 1983, al aprobar los
Principios internacionales de la ética profesional del periodismo, la UNESCO reivindicó el derecho del
pueblo a recibir una información verídica; a recibir una imagen objetiva de
la realidad por medio de una información precisa y completa. En tanto
mecanismos de percepción del mundo exterior al individuo (McLuhan) y
constructores de la realidad social (Berger y Luhmann), los medios tienen como
cometido servir a la sociedad con responsabilidad; servir a toda la ciudadanía.
Asimismo, la UNESCO estableció el
derecho del pueblo de expresarse libremente a través de los diversos medios de
difusión de la cultura y la comunicación.
Otro elemento clave
establecido por la UNESCO tenía que ver con la responsabilidad social del
periodista frente a los que dominan los medios de comunicación y el gran
público, siempre tomando en cuenta la diversidad de los intereses sociales y
los valores universales del humanismo. Ergo, el periodista nunca debe hacer
apología del terrorismo o estar a favor de la guerra fratricida, una carrera
armamentística o instigar al magnicidio.
Por otra parte, y a diferencia
de otras profesiones, el periodista tiene un compromiso ético que cumplir y
también la responsabilidad y satisfacción de contribuir a la eliminación de la
ignorancia, y de promover la igualdad entre todos los pueblos e individuos sin
distinción de raza, sexo, religión.
En definitiva, el tratamiento
ético de la información por el periodista exige que sus destinatarios sean
considerados como personas y no como masa.
Se parte de la base de que las noticias deben difundirse respetando el
principio de veracidad y exponerse con imparcialidad y exactitud, presentando
los hechos y que el lector saque sus opiniones. Dada su labor social, la
obligación ética del profesional del periodismo es satisfacer el derecho de la
sociedad a recibir la mayor cantidad y calidad de información. Para ello, la información debe sustentarse en
fuentes creíbles y confiables, evitando la difusión de rumores falsos propios
de la guerra psicológica y las acciones encubiertas, pero también la distorsión
maliciosa, la difamación, la injuria, la calumnia, el libelo, las acusaciones
infundadas.
Huelga recordar que ni los
propietarios, ni los editores, ni los periodistas deben considerarse dueños de
la información. En rigor, los medios de comunicación realizan −o deberían
realizar, tratándose de países como Venezuela− una labor de mediación y de
prestación del servicio de información, y sus derechos están en función de los
destinatarios, es decir, de los ciudadanos.
Sin embargo, el periodismo se
ejerce hoy dentro de unos medios que tienen una estructura empresarial y que en
la actual fase de globalización neoliberal se han venido conformando como
poderosos multimedias que cuentan con una
estructura oligopólica de carácter y proyección transnacional. Esa
tendencia a la concentración, la comercialización y a la transnacionalización
de los medios, los hace formar parte del actual entramado económico regido por
el dios mercado, en el que el poder financiero impone sus dictados.
Esos medios y sus obedientes
sucursales locales se han venido configurando como una “industria del engaño”
presidida por la mentira, según la expresión utilizada por el veterano
periodista cubano Ernesto Vera, y mediante la desinformación y el terrorismo
mediático pretenden arrancar el alma latinoamericana y bolivariana a los países
de Nuestra América.
En ese contexto se ha venido
acentuando la tendencia de los grandes
medios privados a convertir sus contenidos, incluida la información, en
mercancías, o a realizar un papel de jueces dictando sentencias paralelas y/o
pretendiendo ocupar funciones de gobierno o ejercer el papel de la oposición,
propio de los partidos políticos, con acciones subversivas para desestabilizar
y derrocar a gobernantes surgidos del voto ciudadano en elecciones
democráticas, como ocurre aquí en Venezuela.
Hoy como nunca, aquí, en
Venezuela, se está evidenciando el antagonismo entre el derecho colectivo del
pueblo y los grandes empresarios de la mentira organizada al servicio del
imperialismo. De tener que responder al derecho del pueblo a recibir una
información verídica, precisa, completa, responsable, objetiva, imparcial,
ética, los dueños de los grandes medios y sus periodistas, comunicadores y
conductores asalariados estarían sujetos a rendirle cuentas a la sociedad
organizada y no podrían disfrutar del derecho a mentir y distorsionar los
hechos, desinformando y manipulando a sus audiencias, como lo han venido
haciendo en este país los últimos 15 años.
EL MANUAL TC-18-01Y LA SUBVERSIÓN EN VENEZUELA
El pasado 30 de abril, el
Departamento de Estado dio a conocer su informe anual sobre países
patrocinadores de terrorismo correspondiente a 2013. El documento incluyó a
Venezuela y Cuba. La doble moral de la diplomacia de guerra de Barack Obama no
admite la prueba del ácido. La razón es sencilla: en momentos en que se daba a
conocer el informe en Washington, el Pentágono tenía más de 13 mil elementos de
las Fuerzas de Operaciones Especiales (FOE) desplegados y realizando misiones
subversivas y terroristas en más de 75 países. Las FOE están integradas por
unidades de élite del ejército, la infantería de marina y la fuerza aérea
estadunidenses, expertos en operaciones de guerra psicológica, actividades
clandestinas, desestabilización, sabotaje, espionaje, ataques cibernéticos y
asesinatos selectivos.
Las fuerzas FOE responden al Comando de Operaciones Especiales
Conjuntas de la Secretaría de Defensa, cuyo cuartel general está en MacDill,
Florida, y están adscritas al plan denominado Visión 2020. Pero el plan
Visión 2020 no es únicamente militar, tiene un enfoque “multi-agencias”. Es
decir, las fuerzas especiales cumplen
misiones en estrecha cooperación con la Agencia Central de Inteligencia (CIA),
la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), el Buró Federal de Investigación (FBI)
y la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA). Y se apoyan en el Sistema
del Terreno Humano −como le llama el Pentágono−, especialistas civiles en áreas
de ciencias sociales y políticas, antropología, estudios regionales y
lingüística, además de funcionarios, agencias gubernamentales, empresas
multinacionales, think tank, centros académicos, fundaciones, organizaciones no
gubernamentales e intelectuales orgánicos, que deben preparar las condiciones
objetivas y subjetivas y las coartadas propagandísticas para la guerra
irregular o asimétrica, y dotar de sus conocimientos a los efectivos militares
antes de los despliegues en diversas regiones del orbe.
La Circular de Entrenamiento
TC-18-01 de las Fuerzas de Operaciones Especiales, publicada en noviembre de
2010 bajo el título “La Guerra No Convencional (GNC)”, confirma la importancia
que el comando supremo del Pentágono confiere a dichas unidades de élite. Según
el documento, las FOE están capacitadas para “explotar las vulnerabilidades
psicológicas, económicas y políticas de un país adversario, desarrollar y
sostener las fuerzas de resistencia (o insurgencia) y cumplir objetivos estratégicos estadunidenses”. Son las únicas
fuerzas específicamente designadas para ese tipo de guerra por sus capacidades para “infiltrarse en terreno enemigo”, posibilitar
el “desarrollo” y “entrenamiento” de grupos subversivos al servicio de
Washington y “coordinar” sus
acciones al interior de países hostiles, así como para “coaccionar, alterar o
derrocar a un gobierno”.
Los equipos FOE penetran en el
área de operaciones, promueven una disidencia subversiva interna, entrenan a
sus líderes, les proporcionan la logística necesaria y manejan el guión
propagandístico desestabilizador con eje en denuncias de corrupción contra el
régimen de turno, que es acusado dictatorial. Desencadenado un conflicto, el
objetivo es generar un clima de malestar permanente mediante manifestaciones y
protestas violentas (que son cubiertas por los conglomerados mediáticos como “acciones pacíficas”) y se promueven
intrigas y rumores falsos, agitando como banderas la defensa de los derechos
humanos y la libertad de prensa.
La guerra asimétrica resultó
exitosa en Serbia, Ucrania y Georgia, donde, con recursos encubiertos del
Pentágono y la CIA canalizados a través de la Agencia Internacional para el
Desarrollo (USAID), la Fundación Nacional para la Democracia (NED) y el
Instituto Republicano Internacional, y el apoyo de la Open Society de Georges
Soros y la Institución Albert Einstein de Gene Sharp, se produjeron las
llamadas “revoluciones de colores” o “golpes suaves” de comienzos del siglo
XXI.
Pese a los sucesivos afanes
desestabilizadores el modelo no ha podido fructificar en Siria, Cuba y
Venezuela. En abril se dio a conocer que la USAID diseñó y operó desde 2009 una
red de comunicación horizontal vía Internet, ilegal y secreta, denominada
ZunZuneo, para impulsar un Twitter cubano y manipular a sectores de la
población con mensajes políticos, cuyos objetivos eran generar una disidencia
interna y provocar acciones subversivas que llevaran a un “cambio de régimen”
en la isla. Inscrita en los parámetros de la Guerra No Convencional (en su
variable de guerra cibernética), para evadir las restricciones soberanas cubanas,
la operación clandestina incluyó la creación de empresas de fachada en España y
contó con financiamiento desde bancos en Islas Caimán. Pero la intentona por
desencadenar una “primavera cubana”, fracasó.
Venezuela es otra víctima de
una guerra no declarada según los cánones del manual TC-18-01. El objetivo es
derrocar al gobierno legítimo de Nicolás Maduro vía un golpe de Estado o una
guerra civil que abra las puertas a una “intervención humanitaria” de la OTAN
y/o a la injerencia militar directa del Pentágono. La última escalada sediciosa
financiada por la CIA, la USAID y la NED cobró alta visibilidad mediática en
febrero, cuando partidos y movimientos extremistas de corte neonazi como
Voluntad Popular, de Leopoldo López, la ONG Súmate de la desaforada legisladora
María Corina Machado y Gustavo Tovar, de la ONG Humano y Libre, llamaron a
“salir a la calle sin retorno”, hasta lograr la renuncia o caída del
mandatario. La “rebelión de los ricos”, como la llamó el diario inglés The
Guardian, fracasó, pero dejó un saldo de 41 muertos.
A manera de conclusión diría
que desarrollo de potentes medios de comunicación corporativos que alcanzan
centenares de millones de personas en todo el orbe; su instrumentación como
parte del proceso de acumulación de ganancias económicas y poder por parte del
capital local, nacional y transnacional; la influencia cultural, ideológica y
política que éstos tiene en la formación de consensos entre la población son,
todos ellos, factores necesarios para ejercer una reflexión crítica y pensar
una ética de lucha de los comunicadores/as y periodistas que caminan al lado
del pueblo y los trabajadores/as.
La ética de los comunicadores
populares y periodistas que promueven los procesos de cambio hacia la justicia
social, la democracia participativa y la soberanía de los pueblos, sólo puede
ser una ética de lucha que mantenga la unidad a partir del pensamiento crítico;
una ética que coadyuve a los procesos de organización social cuyo horizonte
estratégico sea el protagonismo popular; una ética que fortalezca la identidad
de clase trabajadora, necesariamente incluyente y opuesta al capital, así como
una identidad cultural rica y diversa; una ética que reivindique y enseñe −he
aquí un proceso educativo− que el camino que ofrece la realización plena es el
propio; que la soberanía tiene siempre el costo de la confrontación contra
quienes viven de nuestra dependencia y nos plantea el reto permanente de la
colaboración y alianza con otros pueblos pues tiene un carácter
internacionalista intrínseco.
La visión de conjunto de todo
este planteamiento de ética y estrategia, llevado al terreno de Internet, exige
−como en otros ámbitos de acción política− un posicionamiento crítico. No
podremos alcanzar mejores condiciones de desarrollo para nuestras plataformas
de difusión (y colaboración), ni ampliar sus alcances, si las hacemos
dependientes de corporaciones capitalistas que concentran grandes cantidades de
información de sus usuarios, hacen predicción de comportamiento social a partir
de modelos de análisis de los perfiles y las relaciones que establecen sus
usuarios; y en última instancia entregan los datos de su usuarios a los órganos
de inteligencia del imperialismo estudanidense.
¿Cómo encarar los retos de
nuestro despliegue de comunicaciones en Internet? Como señala Enrique Rosas, de
la Asociación Internacional Primero de Mayo/Enlace Popular, ampliando
estratégicamente nuestras capacidades en ese ámbito con decisiones correctas
tendientes al aprovechamiento y apropiación de Software Libre, Hardware y Estándares
abiertos y otros bienes comunes libres de restricciones por copyright y
patentes, tendiendo puentes de comunicación con los grupos de desarrolladores
de Software Libre y Hardware Abierto −que compartan nuestros valores y que
entiendan la dimensión global de la transformación social anticapitalista−
mediante procesos de colaboración y organización que den cuenta de nuestro
interés y respaldo recíproco a sus propios procesos de cambio locales,
ampliando la comprensión de las infraestructuras instaladas en nuestros países,
instalando nuestros propios servicios (servidores) en dichas infraestructuras y
fortaleciendo los equipos técnicos locales políticamente entusiastas con esta
ética y cercanos al movimiento social.
Termino. Como decía ayer el
canciller Elías Jaua, la conjura mediática y la guerra cibernética sólo se
podrán derrotar con la construcción de realidades a través del ejercicio de la
política; una política humanista, que priorice al ser humano, al venezolano y
la venezolana de a pie, no el interés o el cálculo; una política con eje en la
dignidad y la ética. Es decir, como ha ocurrido a los largo de estos
fructíferos 15 años, con la construcción y profundización de este proceso de
cambio radical de las estructuras injustas de Venezuela; a partir de la
conjunción de un gobierno que responde al interés de las mayorías ciudadanas en
el marco de una democracia participativa de nuevo tipo y la valentía de un
pueblo que ha dicho basta, y habla hoy con voz propia mientras construye su
destino. Sepan que si ustedes resisten al tiempo que construyen lo nuevo por
venir, están alentando a las distintas formas de resistencia que a lo largo y
ancho de Nuestra América adversan al imperialismo y otean los caminos de su
liberación definitiva.
Descargue La Circular de
Entrenamiento TC-18-01 de las Fuerzas de Operaciones Especiales, publicada en
noviembre de 2010 bajo el título “La Guerra No Convencional (GNC)”
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Notas
[1] Ver Ana Esther Ceceña,
Rodrigo Yedra y David Barrios, Un continente bajo amenaza. Observatorio
Latinoamericano de Geopolítica, Quito, Ecuador, 2009.
[2] Ibíd.
[3] Ver Carlos Fazio, “La
mentira del Pentágono como arma de guerra”.
[4] Gabriel García Márquez,
“El mejor oficio del mundo”. Palabras pronunciadas ante la 52ª. Asamblea de la
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), en Los Ángeles, Estados Unidos, el 7
de octubre de 1996.
[5] Ver Un solo mundo, voces
múltiples, más conocido como Informe MacBride, debido a que el coordinador del
documento fue el irlandés Sean MacBride.
(Intervención de Carlos Fazio
en el Foro “Conjura mundial de los medios contra Venezuela”, celebrado en el
Teatro Teresa Carreño, de Caracas, el 5 y 6 de junio de 2014. Tema IV: Redes
populares frente al Terrorismo Mediático)
http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/06/07/venezuela-es-victima-de-una-guerra-no-declarada/#.U5LLcTVH6DY
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